Reflexiones de Concejales
Infantilizar a las personas con diversidad: un cuento de nunca acabar, un patrón interminable
Más allá de lo físico
Cuando hablamos de la comunidad con diversidad funcional en Puerto Rico, se ha vuelto costumbre normalizar muchas conductas que, aunque parezcan inofensivas, son microviolencias. Actos que hieren, que degradan, que silenciosamente van socavando nuestra dignidad.
Y, aunque a veces se digan “sin mala intención”, lo cierto es que la infantilización constante se ha convertido en un patrón que perpetúa estigmas, resta autonomía y nos encierra en un rol que no elegimos.
No es justo.
No es justo que se nos hable en diminutivos, que se nos trate como si no entendiéramos, o que se nos celebre por hacer cosas cotidianas como si fueran milagros. Eso no es ternura, es condescendencia. Y aunque algunos lo disimulen bajo gestos de cariño, quienes lo vivimos sabemos reconocer cuando hay lástima disfrazada de afecto o desprecio escondido tras un tono dulce.
No niego que en muchos casos no hay mala intención. Lo sé.
Pero la intención no borra el impacto.
Y el impacto es real: duele, cansa, y limita. Porque la infantilización no solo afecta a quien la recibe, sino también a su entorno: refuerza la idea de que las personas con diversidad funcional somos eternamente dependientes, personas “a medio hacer”, cuando en realidad somos completos, capaces y conscientes.
A todos nos gustaría que nos vieran como lo que somos: personas plenas, con voz, con criterio, con sueños y con decisiones propias.
Y me pregunto: si a una persona sin discapacidad no se le minimiza su valor ni se le habla como a un niño, ¿por qué a nosotros sí?
Hay cosas que no dependen del gobierno ni de políticas públicas; dependen del cambio de mentalidad.
Dependen de aprender a mirar sin condescendencia, de reconocer que la inclusión comienza en lo cotidiano, en el lenguaje, en el trato y en el respeto.
La inclusión no es una palabra bonita ni un discurso vacío:
es una práctica diaria.
Empieza por lo básico: por vernos como iguales, por darnos espacios reales, dignos y completos en este mundo que también nos pertenece…
y que, más que nunca, nos necesita.
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La IA como aliada y como puente hacia nuestra
independencia
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Pronto llegará tu año de remisión
Escrito por Naomie Cordero, concejal/ coach profesional
Nota de la editora: Para esta reflexión, comenzamos reconociendo que tal vez no todos nuestros lectores son cristianos o no necesariamente creen en un Dios. Sin embargo, le invitamos a ver este escrito de Naomie como un tema que nos aplica a todos aunque adaptemos a nuestras creencias y experiencias de vida. Que disfruten.
Hay temporadas que se sienten eternas. De pausa, de dolor, de incertidumbre y de constante aflicción. Momentos en los que el corazón se llena de preguntas y en los que uno llega a pensar que esa petición tan anhelada quizá nunca llegará. Porque así se siente: como un reloj de arena pesado, lento, y sin señales de cambio.
En esos días tan duros, hay una palabra que se vuelve nuestra más fiel compañera:
“¿Hasta cuándo?”
¿Cuándo llegará el día en que me toque a mí?
Esa pregunta me la he hecho muchas veces. Porque aunque he recibido muchas cosas hermosas de parte de Dios, siempre quedan peticiones en el corazón.
Peticiones profundas, íntimas, de esas que uno solo lleva en oración a la presencia del Señor. Esos anhelos permanentes que, aunque disfrutes otras bendiciones, siguen ahí… esperando su momento. Y la verdad es que nada supera ese instante en que por fin llega aquello que has orado en silencio.
Para mí, hablar de esto no es fácil. Porque toca un punto muy personal. Nunca había escrito sobre esto antes, pero he comprendido que Dios necesita de nuestra vulnerabilidad para obrar como Él quiere.
Este tema de la remisión llamó mi atención y tocó profundamente mi corazón.
Sobre todo, una frase resuena con fuerza desde que la escuché:
“Pronto llegará tu año de remisión.”
Ese término, que en la Biblia se usaba para hablar del año en que se perdonaban deudas, se liberaban cargas y se traía descanso al pueblo (Deuteronomio 15), hoy lo siento como una promesa renovada. Comprendí que la remisión de Dios no quedó en el pasado. Dios sigue siendo el mismo: el que perdona, restaura, protege, bendice y da mucho más de lo que esperábamos.
Y eso me devolvió la esperanza.
Y quiero que también te la devuelva a ti.
Porque si tú también estás esperando, si te has hecho mil veces la pregunta “¿Cuándo me tocará a mí?”, si has sentido que das todo y aún no ves nada… esto es para ti.
Dios tiene un tiempo perfecto.
Un momento exacto, divinamente calculado, para recompensar el esfuerzo, el trabajo, la entrega, la espera.
Y cuando ese tiempo llegue, sabrás que Él nunca te olvidó.
> “Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán.”
(Salmo 126:5)
Así que no pierdas la fe. No abandones la promesa. No sueltes lo que Dios ya te habló.
Después de tanto, sí… pronto llegará tu año de remisión.
Y cuando llegue, mirarás al cielo con júbilo, y gratitud por esa promesa cumplida.
Mes del Orgullo por la Discapacidad: como el ave fénix, elegimos ser protagonistas
En este Mes del Orgullo por la Discapacidad, es importante recordarnos a todos que no basta con resistir. No basta con existir. Somos más que sobrevivientes: somos voces de cambio, agentes de transformación y protagonistas de nuestras propias historias.No podemos quedarnos esperando a que las cosas cambien solas, ni conformarnos con las sobras que el sistema nos ofrece. Tenemos que actuar ahora, desde el orgullo de ser quienes somos, desde la convicción de que nuestras vidas tienen valor más allá de las etiquetas.Porque nadie va a reclamar por nosotros si no lo hacemos primero.Porque cada uno de nosotros —con su voz, su historia, sus alas— es parte de esa transformación que tanto necesitamos como comunidad.Como el ave fénix, nos hemos levantado de las cenizas una y otra vez, incluso cuando parecía que no quedaba nada. Pero lo más importante no es solo levantarnos: es decidir qué hacer cuando estamos de pie. Es elegir no ser espectadores en la historia que otros quieren contar sobre nosotros, sino tomar las riendas y contarla desde nuestra verdad.Elegimos no ser definidos por las barreras, ni narrados como ejemplos de lástima o inspiración superficial.Elegimos abrir nuestras alas, reclamar nuestro espacio y escribir nuestra historia con dignidad, claridad y fuerza.Porque lo más poderoso no es solo volver a volar…Lo más poderoso es decidir que este vuelo, esta vez, lo hacemos desde el orgullo.Este mes celebremos eso: que nuestra voz, nuestra presencia y nuestra lucha son un recordatorio de que el cambio empieza cuando decidimos ser protagonistas, aquí y ahora.Este Mes del Orgullo por la Discapacidad recordamos: nuestras voces importan, nuestras historias cuentan. Porque nada sobre nosotros debería hacerse sin nosotros. Porque no somos solo números en una estadística: somos protagonistas del cambio.#NadaDeNosotrosSinNosotros#NoSomosUnaEstadísticaMás#TenemosVozPropia#TiempoDeCambio#DisabilityPride
Lástima disfrazada de compasión
Hay cosas que muchas veces no se dicen, pero se sienten. Y esta es una de ellas.Hoy quiero hablar de algo que muchos hemos vivido en silencio: esa “compasión” que no es del todo genuina. Esa que, sin decirlo, se siente más como lástima que como verdadero acompañamiento.Y es que cuando la compasión es real, se nota. Se vive desde la empatía, desde el respeto, desde el deseo de acompañar sin hacernos sentir menos. Pero también sabemos cuándo no lo es. Sabemos cuándo nos hablan bajito porque creen que no entendemos, cuándo nos felicitan de más por hacer cosas cotidianas, o cuándo suavizan sus palabras para no “hacernos sentir mal”, cuando en realidad lo que queremos es que nos hablen con verdad y sin adornos.Lo difícil es que esto pasa mucho más de lo que la gente cree.Y aunque parezca un detalle pequeño, cansa.Cansa sentir que, en vez de vernos como personas, nos ven como situaciones.Cansa que todo lo que hacemos sea visto como “superación” cuando simplemente es vivir.No queremos lástima. No necesitamos que nos traten como si todo en nuestra vida fuera una dificultad.Lo que necesitamos es lo mismo que todos: respeto, apoyo real y relaciones sinceras.A veces la mejor forma de acompañar es no asumir, no hablar desde el “bendito” o el “qué pena”.Es simplemente estar. Escuchar.Y tratarnos desde la igualdad, no desde la diferencia.Porque al final, todos sabemos cuándo alguien se acerca desde el corazón…y cuándo lo hace desde la incomodidad.> “La verdadera compasión no habla con lástima, habla con respeto. No busca hacer sentir menos, busca estar presente.”— Naomie Cordero
Lucha constante contra un sistema que no nos reconoce ni nos incluye
Por Naomie Cordero, concejal coach profesional y joven con perlesía cerebral
Junio 2025
En esta ocasión, me honra poder compartir nuevamente en este espacio que ha sido creado para visibilizar lo que a veces se calla. Como siempre, agradezco la oportunidad de escribir en este espacio y de dar voz a experiencias que merecen ser contadas. Hoy traigo un tema que nace desde la vivencia y la indignación: la lucha constante contra un sistema que no nos reconoce ni nos incluye.
Me pregunto —y ha sido una pregunta constante en mi vida— ¿por qué nacer con una condición automáticamente te predispone a luchar? ¿Por qué nos toca pelear por cosas que otros obtienen sin tener que justificarlas?
Soy fiel creyente de que una condición puede enseñarte a ser resiliente, a desarrollar una fortaleza profunda. Pero también creo, con el mismo peso, que es injusto que esa resiliencia se dé porque el entorno nos lo impone. No debería ser normal tener que luchar tanto por lo esencial. No debería doler pedir lo justo.
Y lo más difícil no es la condición. Lo más desgastante es vivir en un sistema complicado, en un país donde las cosas no están al alcance como deberían, donde la empatía no es parte del lenguaje cotidiano. Un sistema que indirectamente —pero con fuerza— nos empuja a quedarnos al margen: fuera de actividades, de eventos, de lugares donde los demás acceden sin pensarlo dos veces.
Y así, poco a poco, se nos reduce. A veces elegimos quedarnos donde sabemos que será “más fácil”, porque no todo está adaptado, porque no todo está pensado para que podamos disfrutar como se supone. Se habla de inclusión con palabras bonitas, pero la realidad no siempre refleja ese discurso. Y cuando la inclusión no es completa, lo que sentimos es herida. Es reducción. Es indignación.
Mientras escribo esto, me doy cuenta de que no es solo dolor. Es rabia. Porque no fuimos nosotros quienes pedimos vivir estas barreras. No pedimos esto. No exigimos privilegios. Pedimos respeto, dignidad, acceso. Y aun así, parece que se espera que seamos nosotros quienes nos adaptemos… cuando en realidad, es el entorno el que debería transformarse.
El sistema debería estar a nuestro favor, no ponernos obstáculos. Debería aligerarnos la vida, no convertir cada derecho en una batalla. No es justo que conseguir lo básico implique tanto desgaste para nosotros y para quienes nos acompañan.
AHÍ TE DAS CUENTA QUE TODAVÍA QUEDA MUCHO POR HACER.
El Otro Lado de la Discapacidad: Barreras que no Se Ven
Por Naomie Cordero, concejal coach profesional y joven con perlesía cerebral
1 de mayo de 2025
¿Por qué es tan difícil vernos más allá?
Primero que todo, agradezco profundamente a los compañeros del CEDD por brindarme la oportunidad de presentar ante ustedes esta nueva sección.
El Otro Lado de la Discapacidad nace desde mi experiencia personal como joven con diversidad funcional, específicamente con parálisis cerebral, y desde el deseo genuino de visibilizar aquello que tantas veces permanece oculto.
Con esta sección aspiro a mostrar, precisamente, ese otro lado de la discapacidad. El lado que rara vez se menciona, el que no siempre se reconoce ni se representa. Aquel que implica lidiar con barreras invisibles: actitudes, ideas, estigmas y prejuicios que nos atraviesan en el día a día y que, en muchas ocasiones, duelen más que cualquier obstáculo físico.
Todo lo que compartiré aquí ha sido trabajado con honestidad, con respeto, con amor y profunda sensibilidad. Cada palabra nace del corazón, con la intención de apelar a la justicia, la compasión y la conciencia. ---
Me gustaría comenzar esta sección hablando de una situación que he enfrentado desde niña. Pero lo más duro es que, en vez de volverse más liviana con el paso del tiempo, se ha vuelto más fuerte, más profunda y más dolorosa.
Me refiero a la falta de apertura en la sociedad.
Desde pequeña he vivido momentos donde me he sentido minimizada. Pero al crecer, esa sensación se hizo más consciente, más evidente… y más desgarradora. No solo se trata de un malentendido o de una percepción. Es una realidad constante: sentir que muchas veces la sociedad no está dispuesta a vernos más allá de nuestras circunstancias.
Me he sentido reducida. Como si, por tener parálisis cerebral, lo único que algunas personas pudieran ver en mí fuera una silla, un diagnóstico, una limitación. Y eso duele. Duele mucho. Porque una empieza a preguntarse: ¿por qué es tan difícil para algunos vernos desde otro ángulo? ¿Por qué cuesta tanto reconocer que somos personas completas, con pensamientos, con capacidades, con voz propia?
No entiendo por qué es más fácil imaginar nuestras dificultades que reconocer nuestras posibilidades. Por qué se asume tan rápido que no tenemos voluntad, ni sueños, ni decisiones que tomar, simplemente porque vivimos con una condición.
Y es ahí donde se revela el verdadero problema: la falta de apertura no es algo leve ni pasajero. Es una barrera silenciosa, profunda, que hiere. Y aunque no siempre se nombra, limita nuestras posibilidades, invisibiliza nuestras capacidades y nos relega a un rincón que no elegimos.
En esta sociedad puertorriqueña, aún queda mucho por hacer. Y mientras tanto, seguimos cargando con ese peso que no se nota… pero que se siente todos los días. Aun así, soy fiel creyente de que nosotros, como comunidad, tenemos el poder, el espacio y la oportunidad de educar, poco a poco, una persona a la vez. De sembrar conciencia, de transformar mentalidades y, con ello, transformar el mundo. De demostrar que nacer con una condición no debe ser sinónimo de lástima ni de obstáculos, sino de valor, crecimiento y superación. Como comunidad, tenemos una responsabilidad que no podemos posponer: educar para transformar. Eso nos toca a todos.